¿Sólo comes cuando tienes hambre? Le preguntes a la persona que le preguntes, probablemente la respuesta siempre sea que no.
¿Cuántas veces te has preguntado por qué tienes hambre si acabas de comer? A todas las personas nos ha pasado alguna vez esa sensación de tener ganas de comer sin necesariamente sentir esa hambre vinculada a la sensación de vacío o a ese rugido típico en el estómago.
¿Qué identificamos como hambre?
Las sensaciones más típicas en las que nos basamos cuando sentimos hambre son el rugido en el estómago, la sensación de vacío, leve mareo o dolor de cabeza, incluso temblor en las manos, entre otras. Pero la realidad es que existen diferentes tipos de hambre, más allá del hambre física que acabamos de mencionar. De forma general, clasificamos 7 tipos de hambre:
Hambre visual
Es lo que se conoce como «comer con los ojos» y que, aunque no tengamos hambre, nos apetezca comer en un momento concreto. Es ese momento en el que estás paseando por la calle y, de repente, ves en una vitrina expuestos diferentes dulces que te hacen despertar esa sensación de apetencia por los mismos.
Hambre olfativa
Igual que el anterior, está relacionada con la percepción del aroma de ciertos alimentos. El olor de ciertos alimentos hace que el apetito despierte. ¿Quién no ha pasado por la panadería y al oler el pan recién hecho no ha querido entrar a comprar la barra?
Hambre bucal
Es la que nos ayuda a sentir sensaciones placenteras con la comida. Está relacionada con la percepción de los diferentes sabores: dulce, salado, amargo, ácido y umami. Por ejemplo, cuando piensas en un Donuts y te apetece mucho porque recuerdas el bienestar que te produce su sabor o cuando tienes ganas de preparar una comida que te guste mucho.
Hambre estomacal o fisiológica
Es la que todos identificamos con sensaciones físicas como las que hemos comentado al principio de este blog. Es muy importante prestar atención a este tipo de hambre y no desvincularse de las sensaciones de hambre y saciedad.
Hambre celular
Está relacionada con las necesidades biológicas del cuerpo. El cuerpo te pide los nutrientes que necesita en cada momento. Si hay un mayor gasto energético te pedirá comida más energética, si necesitas más hierro la apetencia será más por alimentos proteicos, si necesitas más hidratación te pedirá alimentos más refrescantes, etc.
Hambre mental
Está relacionada con las creencias que tenemos de los alimentos, considerando que los alimentos son «más buenos» o «más malos» en función de las creencias que nos han instaurado por las dietas, mensajes televisivos y de prensa, redes sociales o medios de comunicación en general. Por ejemplo, nunca nos apetece un brócoli cuando tenemos un mal día porque mentalmente no hacemos esa asociación a nivel social.
Hambre emocional
Es el hambre conocida como hambre de corazón. Relacionada con el proceso de regular nuestras emociones a través de la comida. Como cuando tenemos un mal día y nos apetece más chocolate o cenar una pizza.
Es el hambre más conflictiva porque siempre se ha visto como un hambre más negativa o de «menos fuerza de voluntad», pero lo cierto es que no hay ningún problema en utilizarla y es totalmente correcta y viable.
Existen también otros tipos de hambre como el hambre práctica, como por ejemplo, comer antes sin tener hambre porque tienes una reunión más tarde; o el hambre táctil o de oído, como cuando escuchas una chip de patata romperse o tocas el relieve de la misma y te empieza a apetecer.
Culpa y sociedad
Las dietas en nuestra sociedad y nuestra historia dietética individual, han hecho que perdamos el foco en los tipos de hambre y que solo consideremos como hambre válida el hambre fisiológica. Aún así, las dietas restrictivas y prohibitivas de los últimos tiempos han hecho que se desregulen nuestros mecanismos de hambre y saciedad.
Así pues, hay que tener en cuenta que, cada tipo de hambre tiene una parte importante en nuestras vidas y todas deberían ser escuchadas y utilizadas en cada momento para conocernos mejor, saber cómo funciona nuestro cuerpo y qué apetencias tiene.
Pero, ¿qué pasa con el hambre emocional?
La culpa
Hoy en día mucha gente utiliza el hambre emocional para regular sus emociones, pero no lo expresan por vergüenza o decepción con ellas mismas. Si bien es cierto que el hambre emocional no debería ser la única herramienta que tengamos para gestionar las emociones, no hay nada de malo en utilizarla.
El problema está en la culpa que se ha instaurado a nivel social en torno a ello, viéndose como un problema o como un síntoma de debilidad en la persona, ya que, este tipo de hambre se suele solventar con alimentos más ultrapalatables porque son los alimentos que más bienestar producen.
Pero, si te producen bienestar, ¿por qué debería estar mal? Trabajar la culpa posterior al consumo de esos alimentos y buscar la raíz del problema emocional debería ser el foco principal del tratamiento, tratando de buscar otras herramientas que nos ayuden a gestionar esas emociones, escogiendo el hambre emocional, cuando lo hagamos, por elección. Hay que tener en cuenta que estos alimentos existen y que, además, son una vía rápida y fácil de gestión emocional, siendo una herramienta que si se usa bien, puede ser incluso beneficiosa.
Si al leer este blog, te has sentido identificada o crees que tienes problemas con tu hambre y saciedad, en el equipo de María Redondo Psicología podemos ayudarte. Puedes pedir cita con nosotras pinchando en este enlace, estaremos encantadas de acompañarte.